Ante Antić nació en la isla croata Prvić en una familia humilde, siendo el sexto de diez hijos. Muy pronto sintió la vocación religiosa, ingresando en el Seminario franciscano de Sinj, donde cursó con brillantez los estudios ecclesiásticos, hasta recibir la ordenación sacerdotal en 1917.
Desde un principio se destacó por su afán de asimilar, vivir y perfeccionar el carisma franciscano. Por todo ello, a poco de ser ordenado, la Provincia franciscana le confía la educación de los futuros sacerdotes, misión que desempeñó con gran celo hasta su muerte.
Aunque recluido en su convento, pronto empezó a ser conocido por los fieles, que acudían a su confesionario y a su sencilla celda, buscando consuelo y consejo, contándose por miles los sacerdotes, religiosos y fieles de todas las clases sociales los que recibían de él orientación para su vida. Se daban cuenta de que era un confesor y consejero profundamente unido a Dios, que abrazaba con el mismo amor a Cristo y a las almas. Irradiaba y transmitía a los demás lo que constituía el programa de su vida: “Pertenezco a Jesús, solamente a El” (AS 1,3), como dejó exalto. En conformidad con ese espíritu, vivía el Evangelio, entregado al servicio total a la Iglesia y al amor exquisito a los hermanos. Alma contemplativa, alimentaba su vida espiritual en su amor a la Eucaristía, la filial devoción a la Virgen y a sus santos predilectos: San Francisco, Santa Teresa, etc.
Entre los muchos dones extraordinarios que recibió del Señor, destaca su perspicacia para conocer el interior de las almas, así como su acierto en aconsajar para el futuro. Ha dejado un auténtico tesoro espiritual, no solo en sus escritos y mensajes, sino también en tantos como, por su medio, se acercaron a Dios, hasta seguir incluso la vocación religiosa. De ahí que, como gran maestro de vida espiritual y vivo ejemplo del Evangelio, fuera elegido por no pocas Congregaciones religiosas como guía y consejero, contribuyendo a su desarrollo y perfección.
Murió en Zagreb (Croacia) el día 4 de marzo de 1965, después de una larga enfermedad, dando ejemplo de paciencia y abandono en las manos de Dios. Su fama de santidad se ha extendido también fuera de Croacia y son muchas las gracias que se atribuyen a su intercesión. Sus restos reposan en la iglesia de Nuestra Señora de Lourdes en Zagreb. El proceso de beatificación se halla muy avanzado.